Política / Opinión
Para muchos resultó una sorpresa, para otros menos una ratificación de lo que se percibía. El cómodo triunfo de
Diego Di Salvo en las legislativas
veinticinqueñas cambia radicalmente el panorama político del distrito, no solo por la nueva conformación del
Concejo Deliberante sino con las miradas puestas al sillón de intendente en el 2015.
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Diego Di Salvo |
Quien sabe analizar la
lectura electoral descuenta perfectamente que los comicios de medio término poco tienen que ver con aquellos donde se elige el cargo Ejecutivo, ya que los perfiles suelen ser diferentes por coyuntura y propuestas.
Pero el nuevo escenario no solo deja un campo legislativo totalmente polarizado, donde
ninguna fuerza tendrá quórum propio, sino que los próximos 2 años deberán ser de trabajo concreto entre aquellos que aspiren a ser partícipes de la carrera hacia el Municipio.
Lo que viene puede que sea difícil para la mandataria
veinticinqueña Victoria Borrego ya que tendrá que negociar con legisladores propios y extrapartidarios, mientras que la oposición pretenderá ejercer un real mayor control.
Se necesitará
cintura política y adultez ciudadana. El respeto se descuenta.
Pero a nivel de representaciones políticas también se presenta un complejo panorama: dentro del
peronismo están para intentar pulirse las diferencias entre los triunfadores del nuevo ‘
Frente Renovador’, los del ‘
Frente para la Victoria’ desgastados por la natural permanencia a nivel nacional y los tradicionales de la
línea dura.
El
radicalismo hizo una articulada campaña interna para las PASO, pero que terminó por reflejar una menor cantidad de concejales efectivos votados. A su vez, el debut de la
Junta Vecinal de la intendenta tuvo la urgencia de mover estructuras propias y dar pelea con una boleta separada.
Todo esto dejó sensación de poco entre varios candidatos y ahora muchos de los ex postulantes. Son
reglas de juego, así lo permita el marco democrático, donde con las manos vacías quedaron los representantes de la
izquierda y del vapuleado
denarvaísmo.
Sonrisas y heridas políticas entre gente conocida, donde generalmente se termina por
votar al candidato por conocimiento como vecino más que a la línea que representa. El resultado indica necesidad de cambios, reflexionar sus significados.