Espectáculos / Opinión
La actual versión carnavalera de 25 de Mayo muestra un emparejamiento en el nivel de las comparsas, lo que habla bien de las escuadras que en el 2015 ocuparon los puestos de retaguardia.Sirve el disfrute de la pasarela, al menos una noche de cada sábado del verano austral.
En este esfuerzo están las batucadas y los hacedores de las carrozas.
Mucho trabajo silencioso que marca un carnaval veinticinqueño con tareas destacadas, pero con detalles adversos repetitivos con el transcurso de los años.
Atraso en el inicio del desfile, mucho espacio entre cada número, desdibujada puesta en escena en algunos trajes importantes entre la primera y segunda noche, más la escasa participación real del público para alentar a los ocasionales artistas.
Es digno tener un número multicolor como el que se ha logrado en la ciudad, aunque desde afuera pareciera que falta inversión en diferentes rubros para hacer mucho más multitudinario cada gala con la luna carnavalera.
El precio de la entrada está muy acorde a lo que se recibe, mucho más cuando se tiene la posibilidad de adquirirla con anticipación.
En la calidad de espectador, cada uno ya tiene sus preferidos para los premios, pero es valedero resaltar una vez más el enorme sacrificio de muchos incansables trabajadores que resignan cosas personales para apoyar el carnaval.
“25 de Mayo, ciudad del carnaval” es una frase histórica que en cada temporada se debe reivindicar, y con este horizonte es que la apertura al juego se deberá reforzar para no reiterarse en simples aciertos y caer en gruesos errores.
Se debe apostar por el espectáculo y sus verdaderos intérpretes: cada integrante de comparsa, batucada y carroza.
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