BERLIN, Alemania (Especial para “Diálogos”) - La recesión, el desempleo y la falta de credibilidad sobre la moneda son sólo tres de los serios problemas que enfrenta Europa, con una gama muy diversa de eventuales soluciones para frenar el caótico arrastre.
A los iniciales déficit fiscales e incrementos impagables de deuda pública en Grecia, España e Italia le siguen en el listado de naciones más complicadas, con un paso atrás desde Portugal e Irlanda.
Caminar calles céntricas de la holandesa Amsterdam o de la húngara Budapest son reflejo de la faltante de mano de obra y de la paralización de algunas obras, lo que se disimula notoriamente en la inglesa Londres -por los efectos de los Juegos Olímpicos-, en la alemana Berlín –empujada desde la caída del muro- y en la austríaca Viena –motor para la Europa central-.
Otras capitales preservan lo histórico y se aferran al efecto del turismo para disimular la retracción económica, ya que los efectos se multiplican ante la caída del consumo doméstico. En este rango aparecen la checa Praga y la eslovaca Brastilava.
El temor por el futuro del euro en común es creciente y las señales políticas no alcanzan hasta ahora. Los ajustes deberán continuar en medio de la intrincada urgencia de no perjudicar mucho más al Producto Interno Bruto (PIB) en su conjunto y a las economías nacionales en particular.
Esta desaceleración responde a una caída del consumo y de la confianza inversora.
Otro de los problemas de los europeos jóvenes es que no saben vivir en crisis y esto se traslada a las declinaciones en los rendimientos educativos y sobresaltos alimenticios. La decadencia del poder adquisitivo va en línea con las trabas económicas.
Pareciera que sólo una renovada confianza en el euro como moneda podrá zanjar las diferencias y encausar los carriles de la unión europea como una gran comunidad, motor indispensable de la marcha global.
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Berlín |
Caminar calles céntricas de la holandesa Amsterdam o de la húngara Budapest son reflejo de la faltante de mano de obra y de la paralización de algunas obras, lo que se disimula notoriamente en la inglesa Londres -por los efectos de los Juegos Olímpicos-, en la alemana Berlín –empujada desde la caída del muro- y en la austríaca Viena –motor para la Europa central-.
Otras capitales preservan lo histórico y se aferran al efecto del turismo para disimular la retracción económica, ya que los efectos se multiplican ante la caída del consumo doméstico. En este rango aparecen la checa Praga y la eslovaca Brastilava.
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Praga |
Esta desaceleración responde a una caída del consumo y de la confianza inversora.
Otro de los problemas de los europeos jóvenes es que no saben vivir en crisis y esto se traslada a las declinaciones en los rendimientos educativos y sobresaltos alimenticios. La decadencia del poder adquisitivo va en línea con las trabas económicas.
Pareciera que sólo una renovada confianza en el euro como moneda podrá zanjar las diferencias y encausar los carriles de la unión europea como una gran comunidad, motor indispensable de la marcha global.
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Viena |