La crónica pura indica que el fallecido Papa Juan Pablo II ya fue proclamado beato en el marco de una hermosa ceremonia en El Vaticano.
Luego de la masiva convocatoria pública, los tribunales eclesiásticos ahora tendrán que comprobar “un milagro” de su autoría para la canonización.
Ya hay casos concretos que servirían para certificar el futuro paso.
Pero más allá de lo meramente informativo, para muchos, la persona de Juan Pablo II fue la del Papa carismático y convocante, a tal punto –y sin faltar la consideración- que “todavía” cuesta ver a su sucesor, Benedicto XVI, en su lugar.
Obviamente, no queremos desconocer la jerarquía católica, simplemente volcar en palabras la inmensa identificación para algunas generaciones que significó el religioso polaco como ser atractivo.
Ese fue el cariño especial que supo ganarse y el lugar particular en millones de corazones que lo recordarán por siempre.
El popular pontífice fallecido en abril de 2005 había reducido los obstáculos y exigencias para alcanzar la denominada "gloria de los altares", mediante una reforma del Código de Derecho Canónico de 1983.
De acuerdo a las leyes de la Iglesia, son tres las etapas que debe pasar el candidato para poder ser proclamado santo: confirmación de las "virtudes heroicas", beatificación y canonización.
El primer paso para el proceso de beatificación lo da generalmente el obispo de la diócesis a la que pertenecía el candidato y difícilmente antes de los cinco años posteriores a su muerte.
HISTORIA
Ese plazo fue más breve en el caso de Juan Pablo II, cuya beatificación fue aprobada en enero pasado por su sucesor.
Durante la investigación, primero se demuestra que el difunto gozaba de "fama de santidad" y que merece ser propuesto como candidato a la canonización.
El obispo y los laicos, o incluso el llamado "postulador", elevan posteriormente la propuesta a la Congregación para las Causas de los Santos, que es la encargada de dar el llamado "nihil obstat" (permiso) para iniciar el verdadero proceso de las "virtudes heroicas".
El postulador debe reunir toda la información, desde testimonios hasta cartas y escritos, para demostrar que el candidato practicaba de forma "heroica" y continuada las virtudes de la fe.
El informe pasa entonces por las manos del famoso "promotor de la fe", quien ha pasado a ser casi un colaborador del futuro santo, tratando de ayudarlo indirectamente a demostrar sus cualidades.
Los teólogos consultores, los cardenales y hasta el Papa tienen derecho a opinar en esta etapa del proceso, después de la cual se puede prever la beatificación, siempre y cuando se haya demostrado al menos la existencia de un milagro que pueda ser atribuido al candidato.
La reforma del Código de Derecho Canónico exige demostrar otro milagro para poder ser proclamado santo. Pero demostrar la validez del milagro tampoco es tarea fácil.
La Congregación para las Causas de los Santos se vale del asesoramiento de un equipo de 70 médicos y de distintos expertos, así como de los estudios clínicos a los que es sometido el individuo supuestamente curado por milagro.
Una primera aproximación al fenómeno denominado "milagro" la da el hecho de que se trate de la curación instantánea, perfecta, duradera e inexplicable científicamente, como la de una enfermedad prácticamente incurable.
NdeR: hasta el sexto párrafo inclusive, el material pertenece con opinión a los hacedores de “Diálogos”, resto del texto, fuente periodística de infobae.com