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¡Gracias papá!

Por Fernando Almirón (*)

La verdad, no fue la mejor manera de terminar el 2010, pero me queda la tranquilidad de haber hecho todo por mi padre y la satisfacción de haber compartido días y horas con él los últimos meses de enfermedad.

Don Fernando por siempre
Mi padre amaba a 25 de Mayo, ese enclave en plena llanura pampeana.

Llegó al lugar por trabajo, exactamente cuatro meses antes de que yo naciera y en el que se fue quedando hasta afincarse, construyó su casa, me crió, y hasta se dio el gusto de tener su quinta de fin de semana donde compartimos asados, juegos y risas con amigos.

Hacía tiempo que se había jubilado, y pasaba apacible sus días, solo achacado por los lógicos 79 años y una artrosis que no lo dejaba caminar bien.

Según me dijeron los médicos, unas pastillas muy fuertes que le dieron para calmar el dolor le terminaron generando ulceras en el estómago a tal punto que debieron operarlo para salvarlo de una hemorragia fatal.


De ahí en más se fue deteriorando físicamente, nunca pudo volver a alimentarse bien, quedó anémico, sin defensas y una infección pulmonar lo terminó doblegando.

Me quedo el recuerdo de los buenos tiempos, las charlas, los retos, los asados compartidos con amigos, mi madre del corazón, Rosita Vior, con quien viví una niñez muy feliz, la adolescencia en la Escuela de Comercio, los amigos del barrio, y una adultez en Buenos Aires donde siempre estuvo mi 'viejo', dandome una mano para que estudie, para que sea responsable y tenga mi techo, mi trabajo, mi bienestar.

Creo que vivió bien, a su manera, pero vivió bien. Éramos diferentes, él se había hecho muy de abajo por eso valoraba mucho el esfuerzo y el orden; yo tuve una base desde donde salir al mundo.

El creció con el siglo, con tranvía y vino tinto, como cantaba Piero y yo ando por el mundo en los tiempos del Windows, como decían ciertas líneas que escribí alguna vez.

Pero lo bueno es que pudimos coincidir, y acompañarnos hasta el final. Estaré eternamente agradecido porque hizo de mí esto que soy.

Creo que si no me caí es porque siento que muchas manos amigas me sostienen, tanto desde acá cerca, como desde todos los puntos cardinales donde hoy se llega por la Internet.

No tengo más que palabras de agradecimiento por todo el cariño que me han brindado en estos momentos tristes, y desear que todos lo recordemos por lo mucho que significó para mí y para quienes lo conocieron.

Solo me queda desearles que tengan un buen año.

(*) Amigo, periodista e hijo de Don Fernando, a quien extrañaremos pero no olvidaremos por sus dotes de persona.