A nuestra vista naciste en un otoño tranquilo,
te observamos con cariño
y alegría compartidas,
ansiosos de que tu sombra templara nuestro calor.
Creciste con elegancia
y así te vimos, mi árbol,
me acompañaste en los días soleados y felices,
supiste de mis caricias, sonrisas y temores.
Cobijaste lindos nidos,
donde nacieron pichones,
volaron, ya bien seguros
y te dijeron adiós.
Hoy te cortaron los hombres ... esos sin sensibilidad,
atrás quedó nuestro diálogo,
tu me ayudaste y me diste mucha fuerza,
yo te conté muchas cosas y vos me brindaste tu luz.
Pasó el tiempo,
atrás quedó nuestro diálogo,
te lloré ... merecías mis lágrimas,
te llevaste mis deseos.
Dime? ... ya florecerán mis deseos?.
Mientras en tus ramas ya marchitas,
no se harán más niditos
ni te sobrevolarán pichones.
(*) escrito el 30 de septiembre de 1998 en oportunidad de que una cuadrilla municipal arrancaba una aracuaria en un barrio de la ciudad de 25 de Mayo.