La ola de calor que azota a 25 de Mayo, como en gran parte del país, trae aparejada una serie de irresponsabilidades divididas en diferentes cuadros societarios.
Los 40 grados de sensación térmica del verano austral hace estragos en la salud.
El aumento de la demanda energética provoca cortes de luz y con ello la falta de agua potable, lo que es consecuencia de la falta de nueva inversión real en el plano político y la ausencia de bondad entre algunos ciudadanos.
Obviamente hay cuestiones de estacionalidad que se deben contemplar, pero los problemas se repiten históricamente.
Aunque se niegue, las infraestructuras energéticas son escasas para abastecer los requisitos de luz en verano, de gas en invierno y de naftas durante el año, entre otros puntos, ya que el crecimiento de la economía no fue acompañado con inversiones genuinas.
A la falta de previsión estatal y al pase de factura de la madre naturaleza, se agrega la imprudencia de algunos vecinos que malgastan el agua mediante el llenado de piletas hogareñas de natación, en la exagerada limpieza de veredas y en el riego de calles de tierra, cuando la sequía asfixia nuevamente al sector de la agricultura y la ganadería.
El agua dulce en particular es un bien preciado, y no debemos darnos el gusto de despilfarrarla. Una de las soluciones veinticinqueñas sería reflotar el proyecto de instalar medidores, para que no sigan pagando justos por pecadores.
Los 40 grados de sensación térmica del verano austral hace estragos en la salud.
El aumento de la demanda energética provoca cortes de luz y con ello la falta de agua potable, lo que es consecuencia de la falta de nueva inversión real en el plano político y la ausencia de bondad entre algunos ciudadanos.
Obviamente hay cuestiones de estacionalidad que se deben contemplar, pero los problemas se repiten históricamente.
Aunque se niegue, las infraestructuras energéticas son escasas para abastecer los requisitos de luz en verano, de gas en invierno y de naftas durante el año, entre otros puntos, ya que el crecimiento de la economía no fue acompañado con inversiones genuinas.
A la falta de previsión estatal y al pase de factura de la madre naturaleza, se agrega la imprudencia de algunos vecinos que malgastan el agua mediante el llenado de piletas hogareñas de natación, en la exagerada limpieza de veredas y en el riego de calles de tierra, cuando la sequía asfixia nuevamente al sector de la agricultura y la ganadería.
El agua dulce en particular es un bien preciado, y no debemos darnos el gusto de despilfarrarla. Una de las soluciones veinticinqueñas sería reflotar el proyecto de instalar medidores, para que no sigan pagando justos por pecadores.
