Toda muerte duele, porque los sentimientos son tan personales que no hay manera de buscar escenas comparativas.
De acuerdo a la afinidad con quien desaparece físicamente, es la expresión individual de quienes se ven afectados.
Sin embargo, y de manera paradójica, hay trascendencias de algunas muertes que superan umbrales por vidas públicas o sucesos similares.
El fallecimiento de la actriz Romina Yan caló hondo en gran parte de la sociedad argentina por varios motivos: hija de un matrimonio ligado a la televisión, madre de 36 años con tres niños y protagonista de algunos programas (tiras) de masivo alcance.
La muerte de todo joven es lo que conmueve.
Los médicos informaron que resultó ser una muerte súbita, lo que se rescató por parte de los profesionales para advertir de los riesgos que se corren entre los jóvenes por falta de chequeos de salud.
No se pudo salvar una vida, pero se disparan motivos para llegar a tiempo frente a muchas otras.